Durante el siglo XIX y principios del XX, Casariche adquirió verdadera celebridad en todo el ámbito nacional debido a su tradición bandoleril. Fue centro de correrías y espionaje de las partidas de bandoleros y ladrones que llenaban las serranías inmediatas. En la Venta de la Paloma, según cuenta la tradición y la historia, se reunían con asiduidad José Mª el Tempranillo, junto a Juan Caballero y José Ruíz el Germán. Fue en este lugar donde concertaron su indulto con el General Manso que se firmó en la ermita de la Fuensanta (Corcoya) en 1833.

En 1830, con 36 años, vino a una huerta arrendada a Francisco Morales, de Casariche, un mulero de Mollina llamado Francisco Fernández Baena “El Tío Martín”. En 1847, compró otra al estepeño Juan Moreno en el término de Casariche actualmente conocida por Huerta del Tío Martín o del Cable (y La Pasadilla, por un vado del Río Yeguas que, con su molino harinero, ha perdurado hasta hace pocos años con el nombre de Molino Javaro). Francisco Baena estaba casado con María Torres y tenían cuatro hijos. Hombre de muy buena reputación, pues al llevar diariamente sus hortalizas y frutos a la plaza del pueblo, dejaba el puesto bajo la vigilancia de algún amigo e iba a oír Misa. Era un fariseo, ya que bajo esa capa de religiosidad, se escondía un criminal secuestrador. Su casa sirvió de escondite a los secuestradores y de punto de reunión para los ladrones que operaban en despoblado. 

Su coartada era perfecta, pues era un hombre de modales finos, asistía a misa y a todas las celebraciones religiosas que se celebraban. Todo el pueblo lo tenía por un hombre de bien.

Se acabó convirtiendo en compinche de bandoleros como El Alberto, Gagarrache, Malas Patas, Vaca Rabiosa, El Maruso, entre otros. Estos secuestraban a hombres de dinero y se los entregaban al Tío Martín, que los escondía en una antigua cueva que había junto a la casa de la huerta, y que se comunicaba a través de un pasadizo con la cocina de la casa. Los secuestrados permanecían allí hasta que se conseguía el rescate o hasta matarlos, si no pagaban. Muchos de los cuerpos fueron enterrados en la propia huerta, de donde obtenía los frutos que luego ofrecía al pueblo casaricheño.

En el año 1870, Julián Antero de Zugasti y Sáenz, recién nombrado Gobernador Civil de Córdoba, se consagró a combatir el bandolerismo, con notable éxito. Contó con la ayuda de Antonio Melero, juez de Archidona, que quería venganza: meses antes unos malhechores secuestraron a su hija pequeña y, al no poder pagar el rescate a tiempo, dejaron las orejas de la pequeña clavadas en la puerta de su casa.

El Tío Martín y sus compinches perpetraron varios secuestros muy sonados, entre ellos el de Agapito Delgado, pero fue el del joven José María Reina, hijo de un rico propietario de Arahal, el que ayudó a destapar toda esta trama.

El Gobernador Civil de Córdoba, sospechando que el lugar se encontraba cerca de Casariche, ordenó a militares que se disfrazaran de mendigos y recorrieran estos terrenos entonando una cantinela que pudiera orientar a los secuestrados, si la oían.

Varios meses después, los informes de sus agentes hicieron fijar su atención en la huerta del Tío Martín, quien se sentía vigilado y ordenó sacar al secuestrado de la casa y su asesinato.

“El Salamanca”, uno de sus socios, lo dejó libre en un olivar próximo y le indicó la dirección de La Roda.

El secuestrado declaró que escuchó los cantares de los mendigos y que sentía cerca el ruido de un tren, lo que prácticamente confirmó la huerta como el centro de operaciones. 

El Tío Martín, a pesar de intentar huir acaba siendo detenido, tras toda su familia. Acabó confesando por error algunos de los asesinatos e incluso tuvo que desenterrar los cuerpos en su propia huerta para asombro del pueblo casaricheño, que no podían creer que ese hombre tan honrado que habían conocido se tratara de una de las figuras criminales más grandes de la comarca.

En julio de 1870, cuando lo devolvían a la cárcel de Estepa, los bandidos quisieron liberarlo, por lo que aplicando la Ley de Fugas, la Guardia Civil lo mató en la dehesa de los Cerverales (cerca del Puntal).